Anormalidades II
Segundo ejemplo(continuación del primero, lea ese antes, no vaya a ser que mutile las ideas y acuse a un inocente de injurias sin piso y otros delitos propios del desgarramiento colectivo)
Para retomar todo esto se debe regresar al mismo estado, refugio de noches inconclusas, presas del silencio y los ojos cada vez más cerrados, perdiendo su voluntad. A veces se regresa, solo a veces logras incursionar nuevamente en el tiempo suspendido, donde no se está y, por suerte no se existe. Pero regresas. Y entonces.... ya, el candado, sí, el candado y la identidad, claro, me olvidadaba de la siempre tan valorada identidad, personalidad, idad por aquí, idad por allá. He aquí otro ejemplo, de madrugada, posiblemente, en pleno territorio de las sombras, cuando el silencio se sienta en el aire, soberano, vigilando a quien seguramente intentará destronarlo.
Te despiertas, pero ya no “te”, porque ya no hay “yo”, ni tampoco “él”, ni “mi”, ni nada que “te” pertenezca. Todo se esfumó. Ni siquiera queda el piso, la alfombra anti suciedad ni la madera crujiente. Ya no hay nada debajo, no te acuerdas de tí. Ves claro, tan claro que te asusta, porque entiendes que ya no hay especificaciones, especialidades, particularidades, etc. ¡La conciencia!!!! La siempre sobrevalorada conciencia se desprende en pedacitos inservibles, inútiles, como todo lo que te rodea y te posee.
Se abre un revés, la antimateria, la liviandad infinitamente oscura que absorve y se come la verdad fabricada, la industria de montajes y máscaras.
Entonces la ex-alarma, el ex-aseo, el ex-desayuno, la ex-hora laboral, el ex-salario, la ex-familia y todo aquello que en un tiempo ahora insoportablemente ridículo recibía la afamada etiqueta de “tren de vida”, navega sin tiempo en el espeso mar del absurdo, sin consistencia, intangible, sin forma.
Si lo dejamos así, ya no estamos, ya no somos y renunciamos (algunos con profundos suspiros de alivio, otros con extrema preocupación) a la cédula, al pasaporte, la visa, la hipoteca, el préstamo, la beca, el sueldo, el iva, la propiedad, el terreno, el inmueble, el mueble y todo aquel símbolo al que se pueda colocar exitósamenete y con muestra de irremplazable valor la palabrita “mi” delante.
Si embargo, en medio de la descomposición de todo lo arbitrariamente compuesto asoma siempre el miedo al revés, a la nada, y así, el eterno verdugo de la voluntad se hace presente en forma de tijera y corta despiadadamente la masa deforme, casi etérea para devolverle su lastimoso peso. Una vez más, desfilan los personajes de la cotidianidad. Otra ves “te”, otra vez “mi”, otra vez “me” levanto, sino “me” atrazo, “me” botan y “me”...
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