lunes, noviembre 20, 2006

La fuente

El tiempo transcurría oscuro, embarrado de humedad y ecos de infinita duración bajo el empedrado cielo de la cueva. La fuente se encontraría al final del camino, esperando pacientemente reflejar aquello que no aparenta, que no se ve. El hombre ciego nos guiaba lentamente, sin emitir más sonidos que aquellos producidos por el contacto con la tierra mojada, a cada paso. ¡Cómo puede un hombre ciego guiarnos hasta la fuente por senderos semejantes! ¡Cuando nadie, ni siquiera el más hábil de los hombres había podido salvarse ahí adentro, escapar del laberinto!

Un ahogado rayo de luz asomaba lejos, reflejado por una superficie aún indescifrable. La fuente, debía serlo... las desapariciones, las locuras sin remedio se aglomeraban en una memoria cobarde y escurridiza, no cabía duda, el reflejo era producido por la fuente. El hombre ciego nos lo advertía con el silencio que caracteriza a los cómplices.

Cerca de la luz, un movimiento de su brazo nos indicó que nos acercáramos.

El horror sobrepasó toda intensidad imaginable al descubrir, frente al irremediable reflejo de la fuente, que todos carecíamos de rostro, que los únicos ojos eran los del hombre ciego.

1 Comentarios:

A la/s 16 julio, 2007 23:10, Blogger Cœlispex dijo...

Me jode un poco que haya tanto énfasis en las contradicciones y sensaciones exorbitadas, antes que en guiar hacia una interpretación. No creo que sea defecto de falta de imaginación, sino que el relato se ve muy veleidoso.

Y cuando al final pretende decir algo, le cede toda la responsabilidad de creatividad al lector.

 

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