viernes, septiembre 16, 2005

Espantos cotidianos II


(el 1ero está muy grosero)
El montaje se hace estrecho, cada vez más estrecho. Se podría evitar la claustrofobia apagando las luces, las voces, las paredes; construyendo huequitos clandestinos, destruyendo camuflajes, actitudes, personajes y todo aquello que ingresa diariamente, por voluntad u obligación, al escondrijo hediondo, refugio oxidado, hipócrita de los facilistas. También se puede utilizar otro dizfraz, el dizfraz de la ausencia, del sarcasmo y la ironía (inicialmente concebido como escudo).
No!!! Porque entonces sigue el susto, el suspiro desintegrado de la esquiva libertad que susurra monótonamente como anuncio publicitario: “eso tampoco sirve; no se deje engañar”. Y ahí a ver si se te ocurre algo más que no sea despedazarte bajo la ventana y renunciar al show de la infamia de una vez por todas.

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