martes, febrero 12, 2008

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lunes, noviembre 20, 2006

La fuente

El tiempo transcurría oscuro, embarrado de humedad y ecos de infinita duración bajo el empedrado cielo de la cueva. La fuente se encontraría al final del camino, esperando pacientemente reflejar aquello que no aparenta, que no se ve. El hombre ciego nos guiaba lentamente, sin emitir más sonidos que aquellos producidos por el contacto con la tierra mojada, a cada paso. ¡Cómo puede un hombre ciego guiarnos hasta la fuente por senderos semejantes! ¡Cuando nadie, ni siquiera el más hábil de los hombres había podido salvarse ahí adentro, escapar del laberinto!

Un ahogado rayo de luz asomaba lejos, reflejado por una superficie aún indescifrable. La fuente, debía serlo... las desapariciones, las locuras sin remedio se aglomeraban en una memoria cobarde y escurridiza, no cabía duda, el reflejo era producido por la fuente. El hombre ciego nos lo advertía con el silencio que caracteriza a los cómplices.

Cerca de la luz, un movimiento de su brazo nos indicó que nos acercáramos.

El horror sobrepasó toda intensidad imaginable al descubrir, frente al irremediable reflejo de la fuente, que todos carecíamos de rostro, que los únicos ojos eran los del hombre ciego.

Acerca del principio y el fin

Encontrarse en el preciso momento que engendra a las palabras, diluirse en su sonido inquisitivo, en su magia perpetua de caos y abundancia. Se es libre solo recordando la lastimosa inconciencia que encierra un horizonte sin tiempo, celoso guardián de intensos océanos y sabias rutas ligeras, que no se enfrascan, que no se atascan ni se secan. Por debajo corren sanas las locuras que iluminan el vasto hogar universal, oscuro e infinito como la nada, morada de la vida y la muerte en un mismo y cíclico final.
Afuera, se condenza inquieta la material errante, que no encuentra en su propósito justificación suficiente y percibe en su destino una desgarradora e inevitable tragedia, producto del desprendimiento, de la soberbia distancia que engaña al mundo, que edifica un ego vulnerable y ridículo.

Sí, ahora me encuentro en la antesala de aquella fértil locura, matriz de insospechadas criaturas, de diversas e infinitas celdas dentro de un laberinto que se pierde a sí mismo. Desde aquí he de contar lo que debe ser divulgado:

Al principio de un tiempo no conocido, un tiempo distante, derramado en mundo extraño, existió un hombre, un único hombre infinitamente solo en un vasto e inhóspito terreno. El hombre, conciente de su inmensa soledad y su inevitable desamparo, se encontró a sí mismo muy complejo para la simpleza que lo abarcaba y decidió que su cuerpo le era innecesario. Consideró oportuno, sin embargo, construir un rostro, un solo e inmenso rostro compuesto de todo aquello que lo rodeaba, incluso de él mismo. Juntó, entonces, piedras, y árboles, reunió hojas y plantas, conchas y arena; las fundió con entusiasmo bajo la sombra eterna de los primeros hijos del tiempo.

El rostro, inmenso como el mundo en que se encontraba e infinito como su creador, despertó intrigado y sintió con inconsolable tristeza su profunda soledad. Su terrible aflicción lo llevó a reflexionar y decidió, con gran sabiduría, que su estructura era demasiado compleja para tanta ausencia, para tanto vacío. Se propuso construir, sin demora, un conjunto de sentidos sin rostro, inmensos sentidos conformados de cientos de mundos y entre ellos, un gran rostro solitario.

Acabada la obra, los sentidos despertaron en la soledad infinita. Observaron que eran únicos en el universo, que nada los rodeaba ya. Afligidos, pensaron que eran demasiado complejos para aquel sistema sin habitantes, para aquella oscuridad sin horizonte y decidieron construir un solo ojo. Juntaron cientos de universos y crearon con ellos el inmenso ser ocular, infinito y solitario.

El ojo despertó y al descubrir la infita soledad y el inmenso vacío que había quedado, decidió que era mejor cerrarse. Todo aquello que alguna vez fue formado bajo la sombra de un tiempo immutable dejó de existir y una nada infinita abarcó el vacío, oscuro y silencioso hasta la muerte.

Pero el inconsolable dolor del gran ojo al presenciar el vacío, arrancó una lágrima de su córnea que se precipitó lentamente hacia la nada, mientras en su interior despertaba un nuevo mundo donde nacía un hombre, un único hombre infinitamente solo en el vasto e inhóspito terreno…

jueves, febrero 23, 2006

Ciclos

(al ñiño ñañel)

Había llegado a un límite repentino, a una nada infinitamente oscura precipitándose aterradoramente en forma de abismo; entonces preguntó:

- ¿Cómo he de continuar mi camino, si he recorrido ya cada zurco, cada piedra, cada pedazo de tierra existente hasta alcanzar sus últimos confines, los bordes del abismo? ¿Acaso es mi deber descender hacia el inexplicable ocaso que se abre como herida profunda en las entrañas de este vasto y hostil terreno?

A lo que el sabio respondió:
- Si desciendes, se formará frente a tus ojos una entrada nueva, un umbral reconstruido que se perforará hasta su límite opuesto para mostrarte la decepción más aterradora, escalofriante verdad que engendra el destino. Observarás, desde una inconsolable tristeza, que la trayectoria comienza a recrearse sin descanso sobre aquello que parecía una nada sin tiempo, un eterno letargo. No podrás, sino volver tus pasos sobre el mismo recorrido, una y otra vez, ingresar en el infinito ciclo de la eternidad.

Con la mirada petrificada en la nada deforme y el rostro descompuesto por la desolación, el aprendiz respondió:

- Pero yo no deseo repetirme y, sin embargo, parece no existir otra opción.

- La hay, sin duda. Puedes elevarte como el ave majestuosa que cruza el inmenso cielo sin más limitante que su propia voluntad, que llega siempre a un nuevo sitio porque nunca percibe paraje alguno desde una posición ya antes elegida, ni vuelve a observar un acontecimiento con ojos que han sido ya utilizados. Así recrea con su sola mirada todo lo que ingresa en ella, y cada nueva visión se convierte a su vez en un nuevo sueño, un nuevo camino para los que comienzan y los que terminan.

- Pero no poseo la destreza para levantarme, apara abandonar el peso que me ata al terreno carcelario que ahora me reduce a una lamentable expresión de súplica y de miedo.

- Tu deber será, entonces, navegar en el abismo, derramarte en la oscuridad hasta encontrarte sin tiempo, en un cuerpo con alas.

El muchacho descendió hasta perderse completamente en la oscuridad desgarradora del ocaso. Al mismo tiempo, del otro lado, el sabio apenas alcanzaba a reconocer a un hombre que se acercaba sin rostro, embarrado de sangre, con alas en lugar de brazos.

martes, enero 10, 2006

Medio minuto por el blog

Sección hecha para mutar, para vomitar, para aruñar, en fin, sección en homenaje a la intensidad. Así como la vida, la sección se escurre, se transforma y se deforma. Contenido ajeno al tiempo, que no se incrusta, que no se pega. Léalo libremente y disfrútelo. Si necesita aclaración no dude en consultar a su inconciente, ahí estoy yo, estamos todos, hablando en el mismo lenguaje, sin lugar a confusión. Tampoco olvide exprimirse de vez en cuando, hasta la última gota, el último rastro de costumbre, siempre es bueno vomitar y olvidar la esclavitud.
Bienvenido, bienvenida

lunes, enero 09, 2006

Título a su gusto

Ahora me abandono, porque es necesario, entre tanto griterío, tanto número, tanto tiempo a velocidades incomprensibles que sólo aumentan mi neurosis incontrolablemente. Lo abandono, claro está, antes de abandonarme a mí mismo, porque no es posible abandonarse a secas, hay que despedirse, cordialmente, ha sido un gusto, mi sentido pésame, bla bla bla.

Los recuerdos no los tengo claros, entienda usted que en estos momentos la memoria debe estar sumamente resentida y embarcada ya en el primer vuelo con destino a unas maravillosas y cómodas vacaciones en alguna de sus propiedades, que, tengo entendido, son colmadas de confort, y claro, yo no tengo la menor intención de molestarla, pues su gran consideración me ha sorprendido con lo necesario para explicarle mis motivos, si bien, inalcanzables por su estrecha intuición.

Uno tras otro se vienen sucediendo los dolorosos hechos que ocasionan esta peculiar cita, en la que, no lo puedo negar, me siento algo débil, pero aún así orgulloso, hasta el momento.

Mire usted pues, ahora que lo tengo en mi delante, se asoman escondidos, apenas perceptibles, algunas circunstancias interesantes, que unidas a mis preparadas querellas, harán de este un argumento inigualable de mi comportamiento.

¡Querido y elocuente compañero, querido público, aunque fuere ausente! Más de una vez he sido atacado, mutilado hasta la sombra por motivos que sobrepasan mi entendimiento y ajenos a mi interés y naturaleza. ¿Os parece justo, amable espectador, que un valiente servidor oscurezca hasta la insignificancia ante los falsos brillos de quien propone comodidades insostenibles, sólidos futuros montados en endebles pliegos de cartón, que se despedazan con la lluvia de la vida? ¿Es en verdad soportable que mis infinitas ofertas, que con tanto trabajo y esfuerzo he venido a presentar, sean rechazadas sin siquiera ser analizadas u observadas, sólo porque de mí provienen?

Si bien yo no prometo manjares o inmensos imperios, propongo la fuerza que hace falta para construirlos y me desprendo de mi propia seguridad y agresividad para desparramarlas sobre todo aquel que rinde tributo a la intensidad.

Pero en varias ocasiones han venido a apresarme, sin órdenes ni argumentos lo suficientemente sensatos como para constituirse una razón de por sí. Sólo asoma una masa de seres confundidos, ignorantes de sí mismos, vendados con hilos ajenos de obediencia y disciplina.

¿Es así, me pregunto y os pregunto, como quieren que labore día a día, como quieren que despierte sin sentirme cerca de la muerte?

Sin embargo, aún no me han vencido, por eso me abandono, porque igual a mis obras son mis decisiones. Y ahora, sin más, me despido, aunque no puedo evitar una duda que surge en mí como un molesto susurro, que sólo me dejará tranquilo si lo dejo en libertad:

¿Qué harán sin mí, esclavos de la costumbre, eternos espectros de la norma, caminantes de la senda vieja y ajena, constructores de cárceles, marionetas de un destino de marionetas?

Si lo pienso mejor, me doy cuenta ahora que mi ausencia está lejos de ser percatada, sólo cuando el alma se estremezca ante el caos perpetuo y la más pura lágrima del dolor infinito se esparza como sangre en guerra eterna.

¡Adiós! ¡Me alejo por mi camino, me voy en mí, me voy por mí!

lunes, octubre 31, 2005

Hongo

De mucho tiempo atrás.....

Hongo vulcanológico que apesta y riega su olor para perpetuar las conciencias sucias de aquellos que no lograron comprar su mascarilla.

jueves, octubre 27, 2005

Entre

El sueño lo confunde todo, entonces aparece una rana amarillenta justo cuando me hablas de no sé qué trámite para pagar la hipoteca, que te ahorca y te ahorca, como a la rana que se la traga el fango, y luego me preguntas alguna cosa, pero yo miro a la rana que realiza una acrobacia dificilísima para despertar, para salir del charco embarrada de lodo hasta la cintura, caminando despacio, escuchándote por ahí, entre murmullos de hojas contra hojas, de ramas húmedas y árboles gigantescos que alcanzan un cielo amarillento, mientras la rana amarilla te mira y te mira, con los ojos enormes, te dice todo va a estar bien, que la hipoteca no durará por siempre, que mejor no hablemos de ranas porque el cielo se pone oscuro y hay que guarecerse, en una selva así uno nunca sabe cuándo te van a atacar, sobre todo en la oscuridad, inundada de silencios inestables, horrorizada por una voz monstruosa que sale de la nada cuando abro los ojos en algún lugar lejos de tu crisis económica, con la estampa de una rana amarilla pegada en la radio–alarma que sólo ahora se escucha a todo volumen, emitiendo la voz de un tipo que habla de no sé qué consejos para evitar las deudas, fomentar el ahorro, pagar la hipoteca…