lunes, agosto 08, 2005

Insomnio

Es así, igual que ahora. Yo sentada y el viento que pasa por mi espalda, embarrándome los brazos con un frío mediocre, con un susurro opaco, triste. Asoma por instantes, entonces corro a encontrarlo de nuevo, en alguna ventana, alguna rendija, una puerta entreabierta, pero no, todo cerrado, todo inmóvil sin el susurro y yo pienso en el viento, asustada por su origen oscuro y helado. Antes era distinto, porque venía el tío Julio, siempre cantando, traía su colección de discos con lágrimas, digo, porque nos las sacaba y por montones. El recuerdo que salía con la melodía, siempre con sabor a tiempo olvidado, irrepetible, a veces hasta amargo y luego el vino para amortiguar la noche que se hacía más oscura y helada, que se metía sin querer por la ventolera de la sala, pero sin susurro, porque me volteaba, la cerraba en seguida y todo quedaba inmóvil, sin viento, sólo el del tío que continuaba silbando los discos, cada vez más insoportables por el cansancio y el dolor de cabeza. "Hay que dormir temprano, mejor me despido, si quieres tú quédate, aquí escuchando frío y soplando triste". Ya en la cama era otra vez el viento, apenas percibido y no había problema, porque era el tío que abría la ventolera y se quedaba dormido con la boca abierta y la lágrima puesta. Yo la cerraba, apagaba el susurro y todo en orden.

Pero ahora el tío ya no va a venir, desde hace algún tiempo que no ha vuelto. Yo espero igual, sentada detrás de la ventolera, que ya revisé y está cerrada, aunque igual sé que va a aparecer, no el tío, sino el viento, el susurro y la lágrima, otra vez, embarrándome los brazos, "hay que dormir temprano", entonces me despido de la ventolera que se ha abierto de nuevo, pero cómo, ahora sí que no entiendo; "si quieres tú quédate", en mi cama, dormida, con una lágrima en la mejilla, silbando una melodía opaca, triste.